Por: Miguel Ernesto Yusty
El cine épico tiene sus raíces en la antigua literatura griega. Para los griegos, la épica cumplía con el rol de servir de relato histórico en un tiempo en el que la verdad era una combinación de hechos concretos y de explicaciones fantásticas. A pesar del avance de la razón como fundamento para la construcción de una idea coherente del mundo, buena parte del público hoy, sigue encontrando sentido en los relatos en los que el mito es protagonista. Es por ello, que las historias y los guiones en los que se recuperan arquetipos de personajes inspirados en las obras de la épica clásica, siguen apareciendo y cuentan con la aprobación masiva de los espectadores.
De los relatos basados en la Guerra de Troya o la Ilíada, pasando por las películas sobre el Rey Arturo, llegando a John Carter (2012), el terrícola que lucha en las guerras por el control del planeta Marte, hasta el cine de superhéroes, la épica en el cine goza de buena salud. Con ello se demuestra que la racionalidad no basta para saciar el drama humano y que los espectadores claman por algún tipo de explicación que le dé sentido a sus vidas. De esta forma, los relatos mitológicos siguen teniendo cabida en la sociedad actual.
En años recientes se han estrenado películas como Alexander (2004) basado en la figura de Alejandro Magno, 300 (2006) sobre la batalla de las Termópilas y más recientemente, la saga de los Vengadores, o Avengers, en su título original. En pocas semanas comenzará a proyectarse el filme BLACK PANTER, cine de superhéroes que mezcla sin reparos mitos de la América Hispánica, con relatos fantásticos del África negra.