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PETER PAN, 2015

Han pasado 111 años desde que se estrenó por primera vez PETER PAN en las tablas de un teatro ingles en el 1904. En este tiempo los estudiosos de la salud mental se atrevieron a sostener la existencia de un síndrome que lleva su nombre y con el que se designa la imposibilidad de hacerse mayor. En el cine tiene otro referente, EL TAMBOR DE HOJALATA (1979), también venido de la literatura, en el que protagonista no viaja al Mundo de Nunca Jamás, pero sí encuentra en el circo, un universo en el cual refugiarse de los horrores de la guerra, manifestación extrema de la desmesura de los adultos.
 
PETER PAN es una historia de aventuras del autor inglés James Matthew Barrie, que recuerda al OLIVER TWIST de Dickens, quien escribía sobre la niñez sometida a las penurias de la Inglaterra de la revolución industrial, donde las condiciones de vida de las clases trabajadoras eran deplorables. PETER PAN habla de niños huérfanos que encuentran consuelo en el mundo de la imaginación. La metáfora será retomada por la literatura y también el cine en las CRÓNICAS DE NARNIA, donde el único escape al terror de la segunda guerra, será nuevamente la imaginación. Aunque cuentos para infantes, se trata de relatos en los que los adultos buscan resolver en la ficción, aquello que es imposible en la realidad. Positivismo derrotado, porque demuestran la incapacidad de solventar los dramas sociales dentro de la sociedad misma y dejan en manos de la ficción, la producción de bálsamos transitorios.

El costo del nuevo PETER PAN se calcula en 150 millones de dolares y ha sido recibida con frialdad por las taquillas de América del Norte y Europa, aunque en Latinoamérica, las salas no tienen respiro. La pregunta queda entonces sobre la mesa: ¿Quienes claman por huir del mundo que les toca vivir? La América latina reclama el primer lugar y se apropia de cualquier puerta que le permita escapar de su realidad.